lunes, 26 de mayo de 2014

Las elecciones seccionales son sólo un espejismo: Correa y la hegemonía de su proyecto político.

Santiago Basabe-Serrano

Los resultados de las pasadas elecciones seccionales han arrojado análisis de diverso orden. De ellos, los que mayor atención han generado son los que señalan que la derrota electoral de Alianza País (AP) en las ciudades de Quito, Guayaquil y Cuenca constituye el inicio del fin de la hegemonía de Rafael Correa. En este análisis planteo una idea diametralmente opuesta: los resultados electorales anotados y otros que fueron contrarios a AP dan cuenta de que la presencia de Correa en la arena política se afianzará aún más y su reelección es solamente cuestión de reformar la constitución. A continuación algunas ideas que dan cuenta de esta afirmación.
AP depende de Rafael Correa, Rafael Correa no depende de AP.
AP es una organización electoral –no es un partido ni un movimiento político- en la que confluyen una variedad de actores, de diferentes orientaciones ideológicas y ambiciones políticas, que buscan mantener el poder alrededor de la figura de Rafael Correa. Hasta ahora, los comicios electorales habían sido favorables a AP porque en todos los casos la figura de Correa sirvió como el émbolo que permitía unir a la diversidad de intereses existentes. Los triunfos electorales que conseguía AP, por tanto, se debían a la presencia de Correa, no a la fortaleza de AP y mucho menos a la impronta de las facciones que allí convergen.
Considerando el argumento previo, las últimas elecciones seccionales fueron el primer intento de AP y de sus diferentes sectores de demostrar su capacidad de vida política autónoma. En realidad, hacia adentro de AP se trataba de una suerte de competencia electoral de cara a evidenciar quién goza de mayor peso político. Este ejercicio no sólo era esencial para capturar espacios de influencia en las alcaldías y prefecturas sino también, y sobre todo, para posicionarse dentro de la organización. Las razones por las que en esta ocasión Correa dejó de ser el émbolo en medio de la diversidad –y las disputas- es un tema distinto, sujeto a un análisis autónomo.
Como los resultados han evidenciado, los sectores de izquierda ideológica –la que no se limita a lo meramente discursivo- terminaron en la peor de las posiciones no sólo en el escenario electoral sino también al interior de AP. La pérdida de la alcaldía de Quito es solo un referente empírico de lo afirmado. De su lado, los sectores más pragmáticos, los que tejieron alianzas estratégicas con actores con popularidad e independientemente de su posicionamiento ideológico, consiguieron afianzarse en los espacios de poder al interior de AP. Nótese que las ciudades y provincias importantes en las que AP gana alcaldías y prefecturas están altamente correlacionadas con la presentación de candidatos fruto de coaliciones y que, en esencia, no pertenecen a dicha organización. Al final, el mensaje claro hacia Correa fue que AP no está en capacidad de alcanzar éxitos electorales por sí misma. AP, por tanto, depende de Correa.
No obstante, Correa no depende de AP. A diferencia de dicha organización electoral, el presidente tiene vida política por sí mismo. Los datos de las encuestas de opinión pública antes, durante y después del proceso electoral, claramente evidencian que Correa es popular aún cuando sus candidatos no ganen alcaldías o prefecturas. Luego, en un hipotético caso en el que AP no existiera, Correa podría ser candidato y volver a ganar sin la presencia de dicha organización electoral o al menos sin la presencia de quienes fueron los claros perdedores en la contienda interna de AP.  Los pragmáticos podrían formar una agrupación política ad-hoc en pocos meses y Correa volvería a ganar las elecciones.
De esta forma, mientras los pragmáticos han dejado en evidencia que son los que pueden acompañar a Correa en el ejercicio gubernamental, los perdedores han hecho saber también que no están dispuestos a dejar los espacios de influencia alcanzados. Desde luego, si la estrategia de los perdedores fue la de emitir un mensaje de autonomía política y de capacidad de maniobra electoral sin la presencia de Correa, esa opción ha quedado del todo cancelada luego de los últimos comicios. No obstante, los perdedores saben que deben mantenerse dentro de AP aunque en una posición subordinada. Correa conoce perfectamente lo que piensan los perdedores y actúa acorde a su juego político: les mantiene en espacios de poder, habla aún del socialismo, canta al Ché y dice que Venezuela y el ALBA son sus aliados más cercanos. 
Por otro lado, pragmáticos y perdedores tienen plena conciencia de que, si desean mantener espacios de influencia deben alinearse irrestrictamente a Correa. No es posible mantenerse activo políticamente solo y, por tanto, todo debe ir encaminado hacia la reforma constitucional que posibilite la reelección del presidente. Es simplemente una cuestión de sobrevivencia política, más aún si a las facciones de AP se ha sumado una más con fuerza electoral, votos y representación seccional: AVANZA. En conclusión, las pasadas elecciones reafirmaron el liderazgo de Correa y permitieron además delimitar el tablero político al interior de AP. Algunos de los cambios en el gabinete ministerial reflejan lo que aquí sostengo.
Correa es la mejor opción para todos… incluso para la oposición.
A lo largo del período en el que Correa se encuentra en el poder la oposición no ha podido formular una propuesta de gobierno diferente y que además tenga capacidad de interpelación ciudadana. Desde luego, las responsabilidades por lo dicho no están solamente en los actores políticos sino que tienen que ver también con un escenario electoral en el que claramente las reglas no son iguales para todos. Dado que así está el juego político y que las elecciones presidenciales se empezarán a dilucidar en el corto plazo -2 años- no existe tiempo suficiente para que una alternativa se presente. Esa es la realidad política del país.
Independientemente de lo dicho, hoy por hoy Correa no es solo la mejor opción política para pragmáticos y perdedores en AP, sino que lo es también para diversos sectores económicos que resultaron beneficiados de forma indirecta con los resultados de las últimas elecciones seccionales. Puesto en perspectiva, antes de las elecciones Correa tenía un frente de disputas internas en AP que ha sido cerrado de forma definitiva, conforme se ha señalado ya en párrafos anteriores. Adicionalmente, otro frente de tensiones constituían los críticos del manejo económico. Aquí no sólo se encontraban empresarios, cámaras y sectores relacionados sino también el común de los ciudadanos que empezaba a ver con cierta preocupación el manejo económico del gobierno.
Para reducir las tensiones en el segundo frente Correa ha enviado un claro mensaje a lo largo de las últimas semanas: es necesario cambiar la política económica del gobierno. La posibilidad de que una de las mayores transnacionales invierta recursos en el país y el crédito concedido por el Banco Mundial buscan fortalecer dicho mensaje. Además, la situación económica venezolana ha aportado lo suyo: sirve como un referente de lo que NO se debe hacer en un país en términos económicos y de endeudamiento. Mientras los pragmáticos son los que se encargan de enderezar el horizonte económico Correa tiene que seguir siendo políticamente correcto con los perdedores: los mantiene en espacios de decisión y retóricamente sostiene la idea de que las decisiones económicas del país son soberanas y sin condicionamiento alguno.
Si las intenciones gubernamentales son las que han quedado delineadas y los sectores críticos al manejo económico piensan bajo un cálculo de costos y beneficios (como piensan todos los seres humanos), Correa es una buena opción para seguir en el poder. Por un lado, un cambio en la política económica podría otorgar estabilidad a las inversiones, revitalizaría a los que ahora no están generando excedentes y afianzaría a los que con el gobierno de Correa han ganado mucho más de lo que adquirieron en gobiernos pasados. Luego, si ya se conoce el estilo de Correa y además habría intenciones de girar en el manejo económico… ¿por qué buscar una opción diferente, desconocida, y frente a la que la incertidumbre volvería a estar presente?
En definitiva, las elecciones no sólo sirvieron  a Correa para ratificarse como la única opción electoral de sus seguidores sino también para apalancar los cambios a la política económica que hoy por hoy están tomando forma. El equilibrio político que resulta de lo analizado es claro: se trata de un juego de ganancias compartidas. Correa se mantiene en el poder. Los pragmáticos asumen las riendas del manejo económico. Los perdedores aunque reducen su influencia siguen en la segunda línea de la toma de decisiones. Los descontentos con el manejo económico reformulan su opinión frente al presidente pues hay síntomas de cambio. Al final, para todos es mejor “un malo conocido que uno bueno por conocer”.
La estrategia política expuesta responde a un modelo que tiene capacidad de mantener a Correa en el poder no sólo por los próximos cuatro años, a contar desde 2017, sino que podría extenderse aún a mediano plazo. Las condiciones para su vigencia radican básicamente en la presencia de recursos económicos frescos con los que el gobierno pueda mantener las lealtades políticas de diversos sectores y a la par el sector privado pueda generar excedentes. Asumiendo tales condiciones de bonanza económica general, no habrían razones de fondo que movilicen al votante ecuatoriano a asumir una opción diferente a la de Correa. 
¿ Entre estabilidad económica y libertades democráticas… a qué le apuesta el votante?
La mejor opción, desde luego, es estabilidad económica con libertades democráticas. Sin embargo, cuando se debe decidir entre una u otra opción la respuesta no parece muy difícil: la gente le apuesta a la estabilidad económica. Desde una perspectiva estrictamente utilitaria (que es la que predomina no sólo entre los políticos sino también entre los votantes), la gente vota por lo que ve. Si lo que se ve es carreteras, bonos, subsidios… pues el voto está ahí presente. Las libertades no se observan, son abstracciones, son construcciones intelectuales y sobre todo, responden a la visión de la “democracia liberal”. Dado que el discurso oficial se ha encargado de convertir en verdad la falacia de que “esa democracia” es incompatible con la generación de beneficios materiales, es medianamente claro que el votante seguirá apoyando a Correa. Ese votante no proviene solamente de los estratos populares, llega también de las clases medias y ahora, si se consolidan los cambios en lo económico, también desde los grupos con influencia económica.
Desde una perspectiva de preferencias de los votantes, no sólo la satisfacción de recursos materiales es lo que puede extender la hegemonía de Correa en el poder. Es también su estilo de hacer política, su impronta, en definitiva la forma a través de la que el presidente se relaciona con la gente y con los demás actores políticos y sociales. Dicho en otros términos, la actitud agresiva de Correa hacia quienes opinan en su contra, la banalización de la discusión política, la confrontación permanente y el ser “fajado los pantalones” no es una cuestión intrascendente. Correa recurre a esas prácticas porque a la gente le gusta ese estilo, porque lo valora y porque se siente identificada. Si sería posible realizar un ejercicio contra fáctico (“que hubiera pasado si”) me parece que si el ex Presidente Febres-Cordero hubiera tenido bonanza económica durante su período de gobierno su popularidad habría sido radicalmente diferente a la que mantuvo al momento de dejar el poder.
Cuando los recursos económicos no estén…
El modelo de Correa tenderá al colapso cuando los recursos económicos escaseen. Dado que el mantenimiento del poder implica mucho gasto público y poco ahorro, cuando la situación de la caja fiscal varíe el modelo empezará a desmoronarse con todas las consecuencias que aquello implica. Para ese momento no sólo la economía sufrirá un menoscabo sino que la democracia será ya una cuestión del pasado, las instituciones políticas no tendrán ninguna legitimidad (si es que actualmente tienen alguna) y, en definitiva, el legado de tener muchas carreteras y pocas libertades se evidenciará en el país. No obstante, eso es parte del mediano plazo, frente al que la mayoría ha preferido observar hacia otro lado.
Quienes creen que estas elecciones dan cuenta del desmoronamiento del gobierno de Correa me parece que están equivocados. Al contrario, su triunfo en la interna de AP y los cambios económicos que están por venir afianzarán aún más su influencia política en el país. El irrespeto permanente a las instituciones democráticas y a quienes no están de acuerdo con sus políticas se mantendrá y, mientras existan recursos económicos, todos plegarán a su derredor. No hay mayor falacia en la política moderna que el principio vox populi, vox Dei. Hay ocasiones en las que el pueblo se equivoca y toma decisiones que afectan a su porvenir. La historia ha relatado muchos de esos eventos y, lamentablemente, Ecuador vive uno de ellos.
En términos de electores racionales lo que ocurre en Ecuador tiene que ver con la presencia de un actor (el electorado) que tiene fuertes preferencias de políticas públicas (vialidad, infraestructura, etc.) pero que a la par es indiferente en cuanto a preferencias normativas respecto al régimen (democrático o no democrático).  Así, mientras las preferencias de políticas públicas puedan ser satisfechas, la elección del actor en términos de a quién dar el voto no variará, independientemente de cuán democrático sea el régimen.  En la matriz 2 x 2 que surge de la interacción de preferencias de políticas públicas y normativas un caso interesante es el de electores que protestan y reclaman por democracia a pesar de que sus preferencias de políticas públicas se encuentren satisfechas. Un referente empírico son las protestas en Europa Central y del Este, en 1989 y 1991, en las que la gente en la calle reclamaba “for freedom, not for a stereo, fresh broccoli, or a new car” (Hofferbert, Richard I. y Hans Dieter Klingemann. 1999. "Remembering the Bad Old Days: Human Rights, Economic Conditions, and Democratic Performance in Transitional Regimes" European Journal of Political Research 36: 155-174)
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A pesar de que todas las condiciones políticas, sociales y económicas estuvieron a favor de Correa y AP, el cambio nunca llegó y la tenue democracia ecuatoriana lejos de fortalecerse ha caído en el peor abismo de los últimos treinta y cinco años. De hecho, las voces que defendían los Derechos Humanos y las libertades cada vez se escuchan menos y ahora se confunden entre despachos ministeriales y jugosas consultorías. Más preocupante aún es que lo dicho no es más que el reflejo de una sociedad carente de valores democráticos, ensimismada y autista de su entorno político. Todos quienes consideramos que por encima de los avances económicos están los principios y libertades que ofrece el régimen democrático tenemos un compromiso ineludible con el país y su actual situación política. Ningún beneficio material que pase por alto el régimen democrático puede enorgullecernos.


2 comentarios:

  1. Muy bien mi amigo. Ahora, ¿cómo encaja en la teoría del elector racional esta afirmación tuya?:

    "Desde una perspectiva de preferencias de los votantes, no sólo la satisfacción de recursos materiales es lo que puede extender la hegemonía de Correa en el poder. Es también su estilo de hacer política, su impronta, en definitiva la forma a través de la que el presidente se relaciona con la gente y con los demás actores políticos y sociales. Dicho en otros términos, la actitud agresiva de Correa hacia quienes opinan en su contra, la banalización de la discusión política, la confrontación permanente y el ser “fajado los pantalones” no es una cuestión intrascendente. Correa recurre a esas prácticas porque a la gente le gusta ese estilo, porque lo valora y porque se siente identificada."

    Porque, obviamente, no es lo mismo que decir:

    "En términos de electores racionales lo que ocurre en Ecuador tiene que ver con la presencia de un actor (el electorado) que tiene fuertes preferencias de políticas públicas (vialidad, infraestructura, etc.) pero que a la par es indiferente en cuanto a preferencias normativas respecto al régimen (democrático o no democrático)."

    Allá afirmas que "a la gente le gusta", acá que "le es indiferente".

    Emerge la pregunta más importante de todas, que ya antes te había planteado: ¿por qué "le gusta" al ecuatoriano ese estilo? ¿Cómo explicar esta incinación?

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  2. Se trata de temas diferentes, no le veo la posible contradicción. Los electores tienen una escala de preferencias definida respecto a políticas públicas (como sucede a cualquier elector) pero son indiferentes respecto al tipo de régimen dentro de que se verifica el cumplimiento de esas políticas públicas. De otro lado, en el primer párrafo que señalas a lo que me refiero es que esas formas de gobernar del Presidente son bien vistas por el elector aunque están sub sumidas en la satisfacción de las preferencias de políticas públicas. Las actitudes del elector hacia el Presidente son un sub conjunto. Gracias por el comentario. Interesante y bien traído.

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