Las elecciones seccionales son sólo un
espejismo: Correa y la hegemonía de su proyecto político.
Santiago
Basabe-Serrano
Los resultados de las pasadas elecciones seccionales han
arrojado análisis de diverso orden. De ellos, los que mayor atención han
generado son los que señalan que la derrota electoral de Alianza País (AP) en
las ciudades de Quito, Guayaquil y Cuenca constituye el inicio del fin de la
hegemonía de Rafael Correa. En este análisis planteo una idea diametralmente
opuesta: los resultados electorales anotados y otros que fueron contrarios a AP
dan cuenta de que la presencia de Correa en la arena política se afianzará aún
más y su reelección es solamente cuestión de reformar la constitución. A
continuación algunas ideas que dan cuenta de esta afirmación.
AP depende de Rafael Correa, Rafael Correa no depende de AP.
AP es una organización electoral –no es un partido ni un
movimiento político- en la que confluyen una variedad de actores, de diferentes
orientaciones ideológicas y ambiciones políticas, que buscan mantener el poder
alrededor de la figura de Rafael Correa. Hasta ahora, los comicios electorales
habían sido favorables a AP porque en todos los casos la figura de Correa
sirvió como el émbolo que permitía unir a la diversidad de intereses existentes.
Los triunfos electorales que conseguía AP, por tanto, se debían a la presencia
de Correa, no a la fortaleza de AP y mucho menos a la impronta de las facciones
que allí convergen.
Considerando el argumento previo, las últimas elecciones
seccionales fueron el primer intento de AP y de sus diferentes sectores de
demostrar su capacidad de vida política autónoma. En realidad, hacia adentro de
AP se trataba de una suerte de competencia electoral de cara a evidenciar quién
goza de mayor peso político. Este ejercicio no sólo era esencial para capturar
espacios de influencia en las alcaldías y prefecturas sino también, y sobre
todo, para posicionarse dentro de la organización. Las razones por las que en
esta ocasión Correa dejó de ser el émbolo en medio de la diversidad –y las disputas-
es un tema distinto, sujeto a un análisis autónomo.
Como los resultados han evidenciado, los sectores de
izquierda ideológica –la que no se limita a lo meramente discursivo- terminaron
en la peor de las posiciones no sólo en el escenario electoral sino también al
interior de AP. La pérdida de la alcaldía de Quito es solo un referente
empírico de lo afirmado. De su lado, los sectores más pragmáticos, los que
tejieron alianzas estratégicas con actores con popularidad e independientemente
de su posicionamiento ideológico, consiguieron afianzarse en los espacios de
poder al interior de AP. Nótese que las ciudades y provincias importantes en
las que AP gana alcaldías y prefecturas están altamente correlacionadas con la
presentación de candidatos fruto de coaliciones y que, en esencia, no
pertenecen a dicha organización. Al final, el mensaje claro hacia Correa fue
que AP no está en capacidad de alcanzar éxitos electorales por sí misma. AP,
por tanto, depende de Correa.
No obstante, Correa no depende de AP. A diferencia de dicha
organización electoral, el presidente tiene vida política por sí mismo. Los
datos de las encuestas de opinión pública antes, durante y después del proceso
electoral, claramente evidencian que Correa es popular aún cuando sus candidatos
no ganen alcaldías o prefecturas. Luego, en un hipotético caso en el que AP no
existiera, Correa podría ser candidato y volver a ganar sin la presencia de
dicha organización electoral o al menos sin la presencia de quienes fueron los
claros perdedores en la contienda interna de AP. Los pragmáticos podrían formar una agrupación
política ad-hoc en pocos meses y
Correa volvería a ganar las elecciones.
De esta forma, mientras los pragmáticos han dejado en
evidencia que son los que pueden acompañar a Correa en el ejercicio
gubernamental, los perdedores han hecho saber también que no están dispuestos a
dejar los espacios de influencia alcanzados. Desde luego, si la estrategia de
los perdedores fue la de emitir un mensaje de autonomía política y de capacidad
de maniobra electoral sin la presencia de Correa, esa opción ha quedado del
todo cancelada luego de los últimos comicios. No obstante, los perdedores saben que deben mantenerse dentro de AP aunque en una posición subordinada. Correa conoce perfectamente lo que piensan los perdedores y actúa acorde a su juego político:
les mantiene en espacios de poder, habla aún del socialismo, canta al Ché y
dice que Venezuela y el ALBA son sus aliados más cercanos.
Por otro lado, pragmáticos y perdedores tienen plena
conciencia de que, si desean mantener espacios de influencia deben alinearse
irrestrictamente a Correa. No es posible mantenerse activo políticamente solo
y, por tanto, todo debe ir encaminado hacia la reforma constitucional que
posibilite la reelección del presidente. Es simplemente una cuestión de
sobrevivencia política, más aún si a las facciones de AP se ha sumado una más
con fuerza electoral, votos y representación seccional: AVANZA. En conclusión,
las pasadas elecciones reafirmaron el liderazgo de Correa y permitieron además
delimitar el tablero político al interior de AP. Algunos de los cambios en el
gabinete ministerial reflejan lo que aquí sostengo.
Correa es la mejor
opción para todos… incluso para la oposición.
A lo largo del período en el que Correa se encuentra en el
poder la oposición no ha podido formular una propuesta de gobierno diferente y que
además tenga capacidad de interpelación ciudadana. Desde luego, las
responsabilidades por lo dicho no están solamente en los actores políticos sino
que tienen que ver también con un escenario electoral en el que claramente las
reglas no son iguales para todos. Dado que así está el juego político y que las
elecciones presidenciales se empezarán a dilucidar en el corto plazo -2 años-
no existe tiempo suficiente para que una alternativa se presente. Esa es la
realidad política del país.
Independientemente de lo dicho, hoy por hoy Correa no es solo
la mejor opción política para pragmáticos y perdedores en AP, sino que lo es
también para diversos sectores económicos que resultaron beneficiados de forma
indirecta con los resultados de las últimas elecciones seccionales. Puesto en
perspectiva, antes de las elecciones Correa tenía un frente de disputas
internas en AP que ha sido cerrado de forma definitiva, conforme se ha señalado
ya en párrafos anteriores. Adicionalmente, otro frente de tensiones constituían
los críticos del manejo económico. Aquí no sólo se encontraban empresarios,
cámaras y sectores relacionados sino también el común de los ciudadanos que
empezaba a ver con cierta preocupación el manejo económico del gobierno.
Para reducir las tensiones en el segundo frente Correa ha
enviado un claro mensaje a lo largo de las últimas semanas: es necesario
cambiar la política económica del gobierno. La posibilidad de que una de las
mayores transnacionales invierta recursos en el país y el crédito concedido por
el Banco Mundial buscan fortalecer dicho mensaje. Además, la situación
económica venezolana ha aportado lo suyo: sirve como un referente de lo que NO
se debe hacer en un país en términos económicos y de endeudamiento. Mientras
los pragmáticos son los que se encargan de enderezar el horizonte económico
Correa tiene que seguir siendo políticamente correcto con los perdedores: los
mantiene en espacios de decisión y retóricamente sostiene la idea de que las
decisiones económicas del país son soberanas y sin condicionamiento alguno.
Si las intenciones gubernamentales son las que han quedado
delineadas y los sectores críticos al manejo económico piensan bajo un cálculo
de costos y beneficios (como piensan todos los seres humanos), Correa es una
buena opción para seguir en el poder. Por un lado, un cambio en la política
económica podría otorgar estabilidad a las inversiones, revitalizaría a los que
ahora no están generando excedentes y afianzaría a los que con el gobierno de
Correa han ganado mucho más de lo que adquirieron en gobiernos pasados. Luego,
si ya se conoce el estilo de Correa y además habría intenciones de girar en el
manejo económico… ¿por qué buscar una opción diferente, desconocida, y frente a
la que la incertidumbre volvería a estar presente?
En definitiva, las elecciones no sólo sirvieron a Correa para ratificarse como la única
opción electoral de sus seguidores sino también para apalancar los cambios a la
política económica que hoy por hoy están tomando forma. El equilibrio político
que resulta de lo analizado es claro: se trata de un juego de ganancias
compartidas. Correa se mantiene en el poder. Los pragmáticos asumen las riendas
del manejo económico. Los perdedores aunque reducen su influencia siguen en la
segunda línea de la toma de decisiones. Los descontentos con el manejo
económico reformulan su opinión frente al presidente pues hay síntomas de
cambio. Al final, para todos es mejor “un malo conocido que uno bueno por
conocer”.
La estrategia política expuesta responde a un modelo que
tiene capacidad de mantener a Correa en el poder no sólo por los próximos
cuatro años, a contar desde 2017, sino que podría extenderse aún a mediano
plazo. Las condiciones para su vigencia radican básicamente en la presencia de
recursos económicos frescos con los que el gobierno pueda mantener las
lealtades políticas de diversos sectores y a la par el sector privado pueda
generar excedentes. Asumiendo tales condiciones de bonanza económica general,
no habrían razones de fondo que movilicen al votante ecuatoriano a asumir una
opción diferente a la de Correa.
¿ Entre estabilidad
económica y libertades democráticas… a qué le apuesta el votante?
La mejor opción, desde luego, es estabilidad económica con
libertades democráticas. Sin embargo, cuando se debe decidir entre una u otra
opción la respuesta no parece muy difícil: la gente le apuesta a la estabilidad
económica. Desde una perspectiva estrictamente utilitaria (que es la que predomina
no sólo entre los políticos sino también entre los votantes), la gente vota por
lo que ve. Si lo que se ve es carreteras, bonos, subsidios… pues el voto está
ahí presente. Las libertades no se observan, son abstracciones, son
construcciones intelectuales y sobre todo, responden a la visión de la
“democracia liberal”. Dado que el discurso oficial se ha encargado de convertir
en verdad la falacia de que “esa democracia” es incompatible con la generación
de beneficios materiales, es medianamente claro que el votante seguirá apoyando
a Correa. Ese votante no proviene solamente de los estratos populares, llega
también de las clases medias y ahora, si se consolidan los cambios en lo
económico, también desde los grupos con influencia económica.
Desde una perspectiva de preferencias de los votantes, no
sólo la satisfacción de recursos materiales es lo que puede extender la
hegemonía de Correa en el poder. Es también su estilo de hacer política, su
impronta, en definitiva la forma a través de la que el presidente se relaciona
con la gente y con los demás actores políticos y sociales. Dicho en otros
términos, la actitud agresiva de Correa hacia quienes opinan en su contra, la
banalización de la discusión política, la confrontación permanente y el ser
“fajado los pantalones” no es una cuestión intrascendente. Correa recurre a
esas prácticas porque a la gente le gusta ese estilo, porque lo valora y porque
se siente identificada. Si sería posible realizar un ejercicio contra fáctico
(“que hubiera pasado si”) me parece que si el ex Presidente Febres-Cordero
hubiera tenido bonanza económica durante su período de gobierno su popularidad
habría sido radicalmente diferente a la que mantuvo al momento de dejar el
poder.
Cuando los recursos
económicos no estén…
El modelo de Correa tenderá al colapso cuando los recursos
económicos escaseen. Dado que el mantenimiento del poder implica mucho gasto
público y poco ahorro, cuando la situación de la caja fiscal varíe el modelo
empezará a desmoronarse con todas las consecuencias que aquello implica. Para
ese momento no sólo la economía sufrirá un menoscabo sino que la democracia
será ya una cuestión del pasado, las instituciones políticas no tendrán ninguna
legitimidad (si es que actualmente tienen alguna) y, en definitiva, el legado
de tener muchas carreteras y pocas libertades se evidenciará en el país. No
obstante, eso es parte del mediano plazo, frente al que la mayoría ha preferido
observar hacia otro lado.
Quienes creen que estas elecciones dan cuenta del
desmoronamiento del gobierno de Correa me parece que están equivocados. Al
contrario, su triunfo en la interna de AP y los cambios económicos que están
por venir afianzarán aún más su influencia política en el país. El irrespeto
permanente a las instituciones democráticas y a quienes no están de acuerdo con
sus políticas se mantendrá y, mientras existan recursos económicos, todos
plegarán a su derredor. No hay mayor falacia en la política moderna que el
principio vox populi, vox Dei. Hay
ocasiones en las que el pueblo se equivoca y toma decisiones que afectan a su
porvenir. La historia ha relatado muchos de esos eventos y, lamentablemente,
Ecuador vive uno de ellos.
En términos de electores racionales lo que ocurre en Ecuador
tiene que ver con la presencia de un actor (el electorado) que tiene fuertes
preferencias de políticas públicas (vialidad, infraestructura, etc.) pero que a
la par es indiferente en cuanto a preferencias normativas respecto al régimen
(democrático o no democrático). Así, mientras
las preferencias de políticas públicas puedan ser satisfechas, la elección del
actor en términos de a quién dar el voto no variará, independientemente de cuán
democrático sea el régimen. En la matriz
2 x 2 que surge de la interacción de preferencias de políticas públicas y
normativas un caso interesante es el de electores que protestan y reclaman por
democracia a pesar de que sus preferencias de políticas públicas se encuentren
satisfechas. Un referente empírico son las protestas en Europa Central y del
Este, en 1989 y 1991, en las que la gente en la calle reclamaba “for freedom,
not for a stereo, fresh broccoli, or a new car” (Hofferbert, Richard I. y Hans Dieter Klingemann. 1999. "Remembering the Bad Old Days: Human Rights, Economic Conditions, and Democratic Performance in Transitional Regimes" European Journal of Political Research 36: 155-174)
***
A pesar de que todas las condiciones políticas, sociales y
económicas estuvieron a favor de Correa y AP, el cambio nunca llegó y la tenue
democracia ecuatoriana lejos de fortalecerse ha caído en el peor abismo de los
últimos treinta y cinco años. De hecho, las voces que defendían los Derechos
Humanos y las libertades cada vez se escuchan menos y ahora se confunden entre
despachos ministeriales y jugosas consultorías. Más preocupante aún es que lo
dicho no es más que el reflejo de una sociedad carente de valores democráticos,
ensimismada y autista de su entorno político. Todos quienes consideramos que
por encima de los avances económicos están los principios y libertades que
ofrece el régimen democrático tenemos un compromiso ineludible con el país y su
actual situación política. Ningún beneficio material que pase por alto el régimen
democrático puede enorgullecernos.
Muy bien mi amigo. Ahora, ¿cómo encaja en la teoría del elector racional esta afirmación tuya?:
ResponderEliminar"Desde una perspectiva de preferencias de los votantes, no sólo la satisfacción de recursos materiales es lo que puede extender la hegemonía de Correa en el poder. Es también su estilo de hacer política, su impronta, en definitiva la forma a través de la que el presidente se relaciona con la gente y con los demás actores políticos y sociales. Dicho en otros términos, la actitud agresiva de Correa hacia quienes opinan en su contra, la banalización de la discusión política, la confrontación permanente y el ser “fajado los pantalones” no es una cuestión intrascendente. Correa recurre a esas prácticas porque a la gente le gusta ese estilo, porque lo valora y porque se siente identificada."
Porque, obviamente, no es lo mismo que decir:
"En términos de electores racionales lo que ocurre en Ecuador tiene que ver con la presencia de un actor (el electorado) que tiene fuertes preferencias de políticas públicas (vialidad, infraestructura, etc.) pero que a la par es indiferente en cuanto a preferencias normativas respecto al régimen (democrático o no democrático)."
Allá afirmas que "a la gente le gusta", acá que "le es indiferente".
Emerge la pregunta más importante de todas, que ya antes te había planteado: ¿por qué "le gusta" al ecuatoriano ese estilo? ¿Cómo explicar esta incinación?
Se trata de temas diferentes, no le veo la posible contradicción. Los electores tienen una escala de preferencias definida respecto a políticas públicas (como sucede a cualquier elector) pero son indiferentes respecto al tipo de régimen dentro de que se verifica el cumplimiento de esas políticas públicas. De otro lado, en el primer párrafo que señalas a lo que me refiero es que esas formas de gobernar del Presidente son bien vistas por el elector aunque están sub sumidas en la satisfacción de las preferencias de políticas públicas. Las actitudes del elector hacia el Presidente son un sub conjunto. Gracias por el comentario. Interesante y bien traído.
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