miércoles, 27 de marzo de 2013


 

Otras prácticas del populismo académico: las evaluaciones

 

Otra de las prácticas propias de los/as populistas académicos/as está dada en las evaluaciones que se otorgan a los cursos. En general, un/a populista académico/a que se precie de tal no deja a nadie reprobado y mucho menos llega a un promedio general de menos de 9/10. Para el efecto, los/as populistas académicos/as suelen valorar en gran medida la “actuación en clase” o la “participación”. Aunque no se desconoce que este tipo de elementos podrían ayudar a una evaluación global, el/la populista académico/a los considera como parte esencial del curso. Así, es posible subir vertiginosamente las notas finales de sus estudiantes.

Por otro lado, el/la populista académico/a hace caso omiso de errores semánticos e inclusive ortográficos de sus estudiantes porque, al final, lo que importa es el esfuerzo. “Ya irán mejorando con el tiempo” o “eso no es tan de fondo” suelen ser los argumentos que esgrimen cuando valoran como 10/10 a un trabajo escrito que tiene oraciones de más de 150 palabras o en el que las diferencias entre el punto, la coma y el punto y coma están totalmente ausentes. Así, quien trabaja sistemática y rigurosamente tiene la misma nota que aquél que ha escrito un bodrio imposible de leer. Más aún, muchas veces el/la que escribió el bodrio tiene mayor nota pues un rasgo adicional del/la populista académico/a es que no suele leer los trabajos entregados. En este caso, la valoración se da en base a lo que recuerda respecto a la “participación” o a cualquier otra forma subjetiva de evaluación.

Como resultado de la práctica populista anotada, el/la profesor/a sale en hombros al finalizar el curso y los/as estudiantes que son parte del colectivo lo evalúan con 10/10 también. Los/as otros/as estudiantes se sentirán frustrados. Algunos/as decidirán integrarse al colectivo del populismo académico. Otros/as terminarán repudiando al profesor/a aunque de forma tácita. No lo pueden decir. Hacerlo implicaría ser “malagradecido”.  

sábado, 9 de marzo de 2013


Sobre el “populismo académico”

Una de las maravillosas virtudes del trabajo científico es que permite la discusión, el debate y la confrontación de ideas. A diferencia del conocimiento sacro, religioso, o de la propia Academia desarrollada durante la Edad Media, ahora se permite disentir y sobre todo criticar. Esta palabra, no obstante, es mal entendida en algunos contextos (los latinoamericanos suelen ser un buen ejemplo de lo dicho). Asumimos en ocasiones que criticar una ponencia, un plan de tesis o, en general, cualquier tipo de trabajo académico es una forma de ataque u ofensa a la persona que presenta el documento. Luego, quien critica no es visto como alguien que desea aportar a un mejor producto final. Por el contrario, es observado con distancia y recelo, como alguien que pretende ofender, dañar lo ya realizado y, en definitiva, como la persona que antepone cuestiones personales a su comentario.  
Frente a quienes critican y no tienen reparos en destacar y evidenciar las falencias teóricas o metodológicas del trabajo académico presentado (y que también lo elogian cuando hay motivos para ello), se encuentran quienes denomino los representantes del “populismo académico”. Ese es un grupo cada vez más grande de profesores/as, investigadores/as y por supuesto estudiantes, que limitan sus comentarios a alabar el trabajo, ponencia o artículo expuesto. Sus expresiones son siempre en el sentido de que lo presentado está bien hecho, que no hay mucho por mejorar, que todo está bien, que esto es un proceso y, en definitiva, que el/la ponente no tiene mayor cosa que hacer para perfeccionar su trabajo. Claro, a los oídos de cualquier mortal este tipo de comentarios son mucho mejor recibidos pues alientan el ego natural de las personas. No obstante, en lo de fondo, los representantes del “populismo académico” lo que están generando es que el progreso científico, que se da en base a la discusión y crítica, se pierda.
Junto a lo dicho, los representantes del “populismo académico” dan paso al facilismo, a la ausencia de rigor científico y, en definitiva, allanan el camino para que cuando ellos/as están del otro lado de la mesa; es decir, cuando son ellos/as quienes presentan sus trabajos, los comentarios que reciban sean lisonjas y alabanzas, muy al estilo de la práctica que han desarrollado. Así se alimenta el mutuo intercambio entre la comunidad de “populistas académicos”. De hecho, me parece que aquí estaría una de las explicaciones por las que este cada vez más grande colectivo de “populistas académicos” se resiste a intenta publicar sus trabajos en revistas internacionales con arbitrajes de personas a quienes no conocen ni les conocen. En efecto, en ese contexto la posibilidad de que las prácticas del “populismo académico” se reproduzcan se viene en picada para dar paso al surgimiento de quienes critican y detectan los aspectos teóricos y metodológicos que deben ser considerados previamente a una eventual publicación.
En países como Ecuador, el “populismo académico” es cada vez mayor. No es difícil identificar a sus partidarios y defensores. Cada vez que vayan a un encuentro y las críticas se limiten a señalar que todo lo hecho está bien estructurado (que “está bonito” suele ser una expresión usada) o cuando los comentarios se concentren en cuestiones de forma o en superficialidades pues entonces están frente a un “populista académico”. Lo más grave es si ustedes le creen y se solazan con la benigna crítica. En ese caso quiere decir que ya están en las redes del “populismo académico”.
Una acotación final. El “populismo académico” no distingue en razón de género, de disciplina, de enfoque teórico o de perspectiva metodológica. Se puede ser parte del colectivo siendo un positivista o un constructivista. Se puede ser “populista académico” viniendo indistintamente de la economía, la ciencia política, la antropología o la sociología. Se acepta de todo. Basta tener el firme convencimiento de que la crítica siempre es maligna y ataca a las personas y no al trabajo por ellas realizado. Para ser parte del “populismo académico” basta con apoyar la idea de que la mejor forma de convivencia de la comunidad científica es decir que todo está bien hecho, que no hay nada por decir y que hasta el más caótico trabajo presentado está bonito… porque al final lo que importa es el esfuerzo.
La investigación científica y el trabajo del/la científico/a se alienta y genera progreso en función de la crítica. Mientras menos crítica hay a lo que decimos o escribimos más espacio le estamos otorgando al “populismo académico”. No digo que recibir críticas sea placentero, pero es parte esencial de este oficio. Quien no quiere escuchar críticas que se dedique a otra cosa.