viernes, 31 de octubre de 2014

La investigación social en América Latina: problemáticas y desafíos[1]


“La mayoría de las ideas fundamentales de la ciencia son esencialmente sencillas y, por regla general pueden ser expresadas en un lenguaje comprensible para todos”
Albert Einstein


En esta noche en la que FLACSO Ecuador se complace en recibir esta nueva cohorte de estudiantes me gustaría reflexionar junto a ustedes sobre la investigación científica, sus problemáticas, su rol dentro de la universidad y también su impacto social. Reconozco que la investigación científica es solamente una de las tres grandes dimensiones que conforman la moral institucional de la universidad. No obstante, me parece que en la realidad de centros de educación superior como FLACSO ECUADOR la docencia y la extensión deben estar articuladas en función de la producción de conocimiento que se deriva de la investigación científica.
Mi planteamiento está pensado para América Latina pues el estado de la investigación científica en nuestros países afronta similares problemáticas.  Aunque algunos países han logrado mayores avances que otros en determinados aspectos del trabajo investigativo, la región es relativamente homogénea en cuanto a los desafíos por afrontar. Por otro lado, me refiero a la investigación científica en Ciencias Sociales. Aunque considero que la lógica de razonamiento de las ciencias exactas o biológicas no difiere sustancialmente de la que opera en las Ciencias Sociales, mi argumento deja de lado las discusiones epistemológicas y de la filosofía de la ciencia que se derivan de distintas formas de entender el conocimiento.
La primera dimensión de la investigación científica que me interesa discutir es la relacionada con las teorías.  Como sabemos, una teoría es un conjunto de conjeturas que, articuladas de forma lógica, dan cuenta de un fenómeno o proceso social. Por tanto, las teorías no son otra cosa que hipótesis que, una vez sometidas a verificación empírica, pasan a constituirse en descripciones o explicaciones con pretensión de verdad y objetividad. Sobre la relación entre teorías y datos me referiré en otra parte de esta exposición. Aquí solamente quiero dejar en claro que la necesidad de teorías, de ideas ordenadas de forma lógica, es el elemento central de la investigación científica y el punto de partida para el éxito de la relación entre ciencia y desarrollo de los países.
En el caso de América Latina la formulación de teorías ha ido en claro decrecimiento. Luego de los aportes de Prebich, Faletto y otros intelectuales que dieron nacimiento a las teorías de la dependencia, a mediados del siglo pasado, el continente ha caído en un franco vacío de aportes trascendentales en el campo del desarrollo. Posteriormente a los aportes para el estudio de las transiciones a la democracia de Guillermo O-Donnell y otros politólogos durante los ochenta y noventa, las respuestas a las preguntas de la política latinoamericana tampoco tienen referentes claros.  Lo mismo puede ser aplicado al campo de la sociología o de la antropología. En general, la región ha relativizado el pensamiento científico, ha mermado en su productividad intelectual.
Me parece que las falencias anotadas no tienen que ver con perspectivas teóricas ni con enfoques metodológicos específicos. Tanto en las escuelas estructuralistas, como en las sistémicas, en las ancladas a las teorías del elector racional y en las nuevas corrientes institucionales hay ausencia de aportes trascendentales. Lo dicho se replica si analizamos el estado de la discusión desde las grandes teorías como también en el de las de alcance medio, en términos del sociólogo de la ciencia, el estadounidense Robert Merton. Al final, el diagnóstico es similar: nos pensamos poco, teorizamos menos y, por tanto, aportamos de forma tangencial a nuestras realidades y problemáticas.
Empecé mi exposición indicando que las teorías no son sino un conjunto de hipótesis articuladas de forma lógica. Aquí parte es relevante señalar que dichas hipótesis constituyen respuestas eventuales a las preguntas que articulan nuestros proyectos de investigación. Por tanto, el alcance de las preguntas de investigación marcan la profundidad y trascendencia de las teorías que proponemos. Me parece que allí está una posible respuesta a la deficiencia teórica que existe en la región. Nos formulamos preguntas tan pequeñas, coyunturales, descontextualizadas o abiertamente irrelevantes que lo que producimos en términos teóricos no puede ser sino el reflejo de lo que nos hemos propuesto al inicio del proceso investigativo.
Es paradójico pero estamos en una región del planeta en la que los problemas básicos no se han resuelto y, sin embargo, nuestras preguntas de investigación no dan cuenta de dicha realidad. A pesar de los esfuerzos de los gobiernos aún tenemos pobreza, desempleo, exclusión social, estados de derecho endebles, representación política deficitaria, corrupción, democracias incompletas. Una pregunta de investigación trascendental, por tanto, no sólo debe estar dada en función de los avances de las distintas disciplinas, en general, sino también y esencialmente en función del contexto social que pretendemos explorar.
Como en cualquier comunidad académica, es necesario, aunque no imprescindible, mantener ciertos referentes ubicados en los grandes polos de desarrollo investigativo. No obstante, creo que el proceso de intercambio y sobre todo de aprehensión de experiencias no debe ser irreflexiva, esencialmente en lo relacionado con la naturaleza y alcance de las preguntas de investigación que nos planteamos. Lo dicho me lleva a la idea central que en esta parte quisiera compartir con ustedes y que se relaciona a mi temor de que en ocasiones estamos reproduciendo, desde América Latina y en los estudios sobre América Latina, aquellas preguntas de investigación que siendo relevantes para los polos de desarrollo académico en nuestra realidad resultan, como he dicho ya, excesivamente analíticas, descontextualizadas o abiertamente irrelevantes. Sea por las razones que he expuesto, sea por otras muchas, creo que la relación entre preguntas de investigación poco profundas y ausencia de teorías relevantes para la realidad de América Latina es directamente proporcional.
Sin embargo, no quiero que se malinterprete mi posición con una defensa de la investigación científica orientada por posiciones ideológicas o gubernamentales de diferente orden. Planteo que una deficiencia en la generación de teoría en la región tiene relación con el tipo de preguntas de investigación que nos proponemos. Por tanto, no insinúo que la investigación debe estar orientada por las apetencias políticas de la coyuntura. Planteo que la comunidad académica en general y los investigadores en particular seamos más críticos en cuanto a lo que investigamos. Los temas de investigación son parte del libre ejercicio de autonomía de quien observa la realidad social.
En definitiva, creo que el primer gran desafío que tenemos en la región es formular preguntas de investigación trascendentes, que observen las experiencias de otras latitudes pero que no dejen de tener presente que, en general, nuestras unidades de análisis y objetos de estudio se encuentran en la región.  Aunque la idea que dejo planteada puede parecer una perogrullada me parece que en determinados momentos, cuando no en buena parte de los casos, este argumento puede pasar inadvertido.
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El segundo aspecto relacionado con la investigación científica que me gustaría discutir esta noche tiene que ver con la metodología. Me parece que este campo esencial de la investigación científica fue relativizado en América Latina en las décadas previas al siglo XXI. Afortunadamente, hay intentos de potenciar una discusión metodológica sostenida durante los últimos años, aunque tengo la impresión de que los esfuerzos realizados aún son aislados. En lo de fondo, considero que la comunidad académica no está convencida de que la investigación científica carente de una metodología rigurosa genera sobre o sub valoraciones de la realidad, o lo que en el medio conocemos como problemas de sesgo. Desde luego, dejo sentada la posición de quienes, como Feyerabend, plantean el anarquismo metodológico. Esa es una discusión presente pero que, por razones de extensión, no la abordaré aquí.
En la investigación científica la metodología tiene el poder de ordenar nuestras ideas antes de trasladarlas a la búsqueda de información empírica. La metodología, por tanto, no tiene signos ideológicos ni corrientes políticas que estén tras de sí. Aunque John Stuart Mill fue un liberal convencido, el método de los “más semejantes y más diferentes” se aplica perfectamente a los trabajos en los que se parte de corrientes teóricas analíticas como también en los que se encuentran anclados a perspectivas estructuralistas, cognitivas, marxistas o neo-marxistas. Aquí lo que pretendo dejar sentado es que una estrategia metodológica bien diseñada es indispensable en la investigación social, independientemente de las pretensiones del trabajo teórico o de los instrumentos utilizados para encarar la captura de evidencia empírica.
Una falacia que suele surgir en el debate de este tema en la región es que la lógica que está detrás de la metodología aplica privativamente a ciertas disciplinas de las Ciencias Sociales consideradas más “ortodoxas”, como la Ciencia Política, la Economía o la Psicología. Como soy politólogo me suelo sentir afectado por esta falacia y siempre, en respuesta, planteo algunos ejemplos de mi propia experiencia que creo vale la pena traerlos a colación en este momento y que dan cuenta que la atención a la metodología no tiene relación alguna con el campo del conocimiento en el que nos enmarquemos. En efecto, uno de los textos que más me ha impactado por su claridad, trascendencia y hallazgos teóricos y empíricos es la “Democracia en América”, escrito por Alexis de Tocqueville entre 1835 y 1840. En su libro, Tocqueville describe en profundidad las falencias y virtudes de la sociedad norteamericana a partir de un riguroso esquema metodológico y la recurrencia a etnografías. Aunque es un libro clásico, el de Tocqueville podría encasillarse dentro de los estudios de antropología política.
Un conjunto de trabajos de similar rigor son los que conforman la producción de Javier Auyero. Centrado en el estudio del clientelismo y sus efectos sobre la población argentina, Auyero en cada uno de sus trabajos parte de una detallada discusión metodológica en la que deja claramente establecidas cuáles son sus variables, los fenómenos que le interesa observar, la forma cómo va a enfrentar la realidad y los instrumentos metodológicos de los que se servirá para capturar la evidencia empírica. Al igual que Tocqueville, Auyero se inscribe dentro de la antropología política.  Pongo sobre el tapete estos dos ejemplos solamente para decir que la importancia de la metodología no es patrimonio de ciertas disciplinas de las Ciencias Sociales sino que es parte integrante de un buen diseño de investigación.
Por otro lado, creo que también es conveniente destinar un espacio a la reflexión relacionada con las pretensiones y límites de la metodología. En este aspecto la idea de fondo que planteo es que la metodología es el canal que facilita el trabajo del investigador. En otras palabras, la metodología es el medio, no el fin de la investigación científica. Esta premisa puede parecer una obviedad. No obstante, una revisión panorámica de lo que estamos produciendo académicamente desde América Latina, sobre todo en el campo de la Economía, la Ciencia Política y en menor escala desde la Sociología, torna necesario plantear algunas reflexiones sobre este tema.
La emergencia de la teoría del elector racional trajo consigo una revolución científica que se materializó no sólo en el debate en torno a la capacidad de predicción de las Ciencias Sociales sino también respecto a la necesidad de plantear estrategias metodológicas más depuradas para el análisis empírico. En dicha coyuntura, anclada esencialmente a la tradición académica estadounidense, la recurrencia a herramientas econométricas y de estadística inferencial fueron ganando más espacio al punto que terminaron por convertirse en los ejes referenciales de la investigación científica. Así, la cuantificación de la realidad social y sobre todo el exagerado énfasis otorgado a las estrategias utilizadas para la presentación de los datos, ha llegado al punto en el que la metodología ha dejado de ser un medio para convertirse en el fin en sí mismo de la investigación científica.
Este afán desmedido por la metodología y lo que se ha denominado “sofisticación”, entre comillas, dan cuenta de que es necesario justipreciar el espacio que debemos conceder a las estrategias y diseños metodológicos que usamos en nuestros proyectos de investigación. No se pueden sacrificar las ideas por el método. Tampoco se pueden sacrificar los aportes en temáticas trascendentales por la ausencia de datos que permitan trabajar cuantitativamente. En este punto vale la pena parafrasear a Leonardo Da Vinci, una de las mentes más brillantes de la Humanidad, quien decía que: “los que se enamoran de la práctica sin la teoría son como los pilotos sin timón ni brújula, que nunca podrán saber a dónde van”.
Precisamente en la relación entre lo cuantitativo y lo cualitativo creo que vale la pena hacer una digresión para tratar la relación entre estos dos estilos de enfrentar el trabajo de campo. Una segunda falacia que se encuentra en determinados círculos académicos es que el trabajo cuantitativo es más preciso y con mayor pretensión de objetividad que el desarrollado desde las herramientas cualitativas. Aunque defiendo la idea de que la generación de bases de datos pueden ayudar a sistematizar de mejor forma la información y que además aporta en información de eventos de largo alcance, de modo alguno adhiero a la idea de la supremacía de unos estilos de investigación sobre otros. De hecho, me parece que existen trabajos amparados en grandes bases de datos en los que los sesgos son enormes y los problemas de objetividad no resisten el menor análisis.
Frente a dicho dilema, una de las tendencias más diseminadas en los últimos años y que permite compaginar las bondades de las herramientas cualitativas y cuantitativas son las estrategias de investigación mixtas. La fortaleza de este enfoque radica en potenciar la precisión de la información cuantitativa a la par de explotar la riqueza del análisis extensivo y minucioso que surge de las técnicas cualitativas. Más allá de esta posibilidad de “diálogo” entre unas herramientas y otras, la idea que quiero dejar sentada en esta parte de mi exposición es que lo cualitativo o cuantitativo no es una cuestión de supremacía de un enfoque sobre otro. Se trata de una cuestión de definición de las herramientas metodológicas idóneas en función del objeto de estudio.
Para concluir con esta parte de mi intervención, no quiero dejar de analizar la constante disputa que surge alrededor de la aparente dicotomía entre los trabajos descriptivos y explicativos. Una falacia que suele rondar también, a veces explícitamente y en otras de forma tácita, es la supremacía del nivel de análisis causal respecto al de naturaleza descriptiva. Me parece que la relación lejos de ser de priorización entre uno u otro de estos niveles está en el estado de la investigación respecto al fenómeno sujeto a estudio. Así, cuando la literatura existente es reducida, tanto en el plano teórico como en cuanto a la exploración de determinadas zonas geográficas, una buena descripción beneficia más y nos ofrece mayor conocimiento que una explicación superflua en la que se da por supuesto una serie de hechos. Al igual que en el caso de la relación entre las técnicas cuantitativas y cualitativas, no existe una primacía de lo explicativo respecto a lo causal, solamente diferentes avances en la literatura especializada.
En definitiva, el segundo gran desafío que tenemos en la región tiene que ver con la generación de una agenda de discusión metodológica que supere las falacias anotadas, que permita el intercambio de experiencias desde las distintas tradiciones existentes en las disciplinas y que, finalmente, contribuya a la generación de producción académica sistemática y orientada por el método. Al final, la única diferencia entre el conocimiento que se puede aprehender en lo cotidiano o lo que se puede saber de forma intuitiva respecto a lo que conocemos científicamente está dada por el método. O como lo señalaba Albert Einstein: “Toda la ciencia no es más que un refinamiento del pensamiento cotidiano”
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Un tercer elemento de discusión que me gustaría colocar en esta noche es el relacionado con la producción de datos y su relación no sólo con la investigación científica sino también con el impacto que de allí se genera hacia la sociedad. Una de las falencias de la investigación social en América Latina es la ausencia de información empírica fiable y que guarde el principio de publicidad. Al inicio de mi exposición había señalado que una teoría da lugar a un conjunto de hipótesis susceptibles de verificación empírica. En esta parte planteo que dichas conjeturas no pasan de tal condición y por tanto llegan a formar parte de un acervo teórico específico si no han sido comprobadas en la realidad. Una mayor producción de información empírica sistemáticamente transformada en datos constituye, por tanto, una de las tareas en las que la investigación social en América Latina debe emprender.
Cuando me refiero a la necesidad de información y evidencia empírica lo hago sin distinciones de ninguna clase. Estoy pensando tanto en la información que podemos capturar para tener una idea más clara de cómo funcionan las legislaturas o las cortes de justicia como también en aquélla que se refiere a la elaboración de bases de datos sobre registros históricos o antropológicos. Estoy pensando también en la necesidad de datos de largo alcance sobre conflictividad social y protesta o en información fidedigna relacionada con los temas de seguridad y Derechos Humanos, en sus diferentes dimensiones. En definitiva, producir más evidencia empírica en lo cualitativo y en lo cuantitativo es lo que permite vincular la teoría y la praxis, dos dimensiones de la realidad que, siguiendo a David Hume, se encuentran separadas únicamente por el nivel de abstracción.
Al inicio de la discusión sobre la necesidad de producir información y datos desde América Latina indiqué también que dicho ejercicio no solamente va en beneficio de la investigación científica sino también de la sociedad. En efecto, el diseño de políticas públicas, su evaluación y, en definitiva, todos los ciclos relacionados a la generación de decisiones de ese orden requieren de la existencia de datos. Es lamentable constatar como en la mayoría de países de América Latina se plantean soluciones a los problemas sociales sin la suficiente información previa. Aunque los gobiernos prioritariamente deben velar por la producción de datos para sus procesos de toma de decisiones, un aporte clave desde la comunidad académica está en la provisión de información recabada siguiendo parámetros científicos.
En ese aspecto, la producción de datos recolectados con rigurosidad metodológica no solo aporta a la producción científica de calidad sino que genera también externalidades positivas respecto para los tomadores de decisiones públicas y, en general, para la sociedad.  El tercer desafío, por tanto, para la investigación científica en América Latina está dado por la generación de mayor información, por la mayor producción de datos. En fin, el desafío está en conocer de mejor forma más sistemática la realidad que estudiamos, independientemente de las disciplinas en las que desarrollemos nuestro trabajo.
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Finalmente, un tema que creo esencial discutir es el relacionado con la divulgación de la investigación científica o, dicho de forma más precisa, el debate planteado en torno a los medios a través de los que se hace público el trabajo académico. Una corriente fuerte, que me parece es aún mayoritaria en América Latina, considera que la publicación en libros, capítulos de libros u otros medios respecto a la que se efectúa en revistas especializadas no debe tener diferencias en cuanto a su ponderación al momento de evaluar el trabajo de investigación. Existen fuertes argumentos a favor de esta tesis. Quienes la sostienen señalan, por ejemplo, que si de difusión se trata, la publicación en revistas especializadas se encuentra restringida a los centros de investigación más grandes y que, por consiguiente, el acceso a dicha información está vedada entre los sectores con menores recursos tecnológicos y económicos. Este argumento enlaza, por tanto, la difusión de la investigación científica con el impacto que de allí puede generarse hacia determinados sectores de la sociedad. Esta propuesta es interesante pues plantea un mecanismo de extensión a partir de la divulgación de conocimiento.
Un argumento adicional desde algunos defensores de los libros y los capítulos de libros señala que las revistas especializadas priorizan teorías predominantes y trabajos cuantitativos. Por tanto, señalan que hay una exclusión tácita a determinado tipo de trabajo investigativo. A diferencia del planteamiento anterior en el que existe un argumento para la discusión, en este caso creo que la idea es menos sostenible. Una revisión básica a las revistas de mayor impacto en Ciencias Sociales permite concluir que existen opciones para todas las corrientes teóricas y también para los diversos diseños y herramientas metodológicas. Así como existen revistas de teoría crítica las hay marxistas ortodoxas, posmodernas, neo institucionales o culturalistas. Lo mismo en el plano del tipo de datos utilizados: hay espacio tanto para cuantitativistas como para cualitativistas. De hecho, el index más reputado a la fecha, Journal Citation Report (JCR) mantiene en su registro al año 2013 más de 3000 revistas en Ciencias Sociales.
En la otra vía están quienes defienden prioritariamente la divulgación a través de revistas especializadas. Aunque no excluyen la publicación en libros y capítulos de libros, este grupo plantea que los procesos de arbitraje y revisión de los manuscritos enviados a revistas tienen un escrutinio de mayor rigor académico, a través del sistema de pares que el que puede darse al intentar publicar por otros medios. En esa línea, vuelvo a referir una cita del inigualable Leonardo Da Vinci cuando decía que: “Nada es más propenso a engañarnos que nuestro juicio sobre nuestro propio trabajo. Nos reporta un mayor beneficio que sean los enemigos quienes señalen nuestras faltas que escuchar las opiniones de los amigos”. Adicionalmente, este grupo de la comunidad académica sostiene que la facilidad con la que circulan los artículos en revistas es superior a la de los libros y capítulos. Desde luego, refiriéndose al impacto de la divulgación entre la comunidad científica.
Creo que tanto el argumento de los escépticos de las revistas como el de los defensores de este tipo de publicación son plausibles. Sin embargo, hay un elemento que es parte del análisis y que no se puede obviar. Me refiero a los procesos de evaluación y acreditación de las universidades que provienen tanto de instancias gubernamentales como también de instituciones dedicadas a generar información relacionada. En esos espacios la publicación de artículos en revistas de alto impacto es un parámetro decisivo al momento de justipreciar la investigación científica. Más allá de que adscribamos a dicho criterio o no, esa es la realidad en la que desarrollamos nuestro trabajo y, mientras no existan propuestas alternativas claramente definidas, son las reglas de juego de la comunidad académica actual. En ese sentido, creo que un desafío adicional de la investigación social en América Latina está dado por la inserción en las dinámicas de la divulgación a través de revistas indexadas y de alto impacto.
Este desafío implica una serie de estrategias de política investigativa. En primer lugar, aprender a escribir para revistas de este tipo. Aunque lo importante es el contenido de nuestro trabajo académico es necesario también adentrarnos en las técnicas que tornan llamativos y sugerentes nuestros manuscritos ante los ojos de nuestros lectores, que no son solamente miembros de la comunidad académica sino también actores políticos, consultores, tomadores de decisión y, en muchos casos, público ajeno a las diferentes disciplinas de las Ciencias Sociales.   En segundo lugar, es necesario que aprendamos a seleccionar las revistas que de mejor forma se adaptan a nuestros temas, estrategias metodológicas y marcos conceptuales. Como he señalado, la oferta de revistas es amplísima; no obstante, hay una decisión estratégica que se debe tomar de forma previa a enviar nuestros artículos a revisión por pares.  Una correcta selección de las revistas reduce los costos de transacción, esencialmente de tiempo, que se pueden generar cuando el alcance y perspectiva de la revista que hemos escogido no es concordante con la naturaleza de nuestro artículo. Digo, por tanto, que este es un desafío y un proceso de aprendizaje, de ensayo-error, pero que al momento resulta inevitable. Evadir la realidad en la que vivimos no sólo nos deja fuera de la discusión académica a nivel internacional sino que afecta también al posicionamiento de nuestras universidades y centros de investigación.
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Como mencioné al inicio de esta intervención, la investigación científica en América Latina afronta una serie de desafíos. Teorías más robustas y comprensivas, estrategias metodológicas rigurosas y generación de evidencia empírica de diversa naturaleza, son algunos de los más temas clave que propongo para una agenda de discusión. Naturalmente, la posibilidad de asumir los retos que nos vienen por delante requiere del fortalecimiento de una comunidad académica amplia, diversa y en la que sean parte de nuestros proyectos de investigación nuestros estudiantes, a quienes recibimos esta noche.
A ellos, precisamente, va dirigida esta intervención pues anhelo firmemente que desde aquí germinen nuevos investigadores sociales. Investigadores que se nutran de las experiencias y fortalezas existentes pero también investigadores con la suficiente criticidad y entereza para asumir los retos y desafíos que requiere la investigación social en América Latina. Investigadores bien formados intelectualmente pero también con profundas convicciones democráticas. Investigadores, en fin, que valoren que el desarrollo de la comunidad académica de América Latina depende también de la mutua tolerancia a la diversidad de disciplinas, enfoques teóricos y metodológicos. Solamente a partir del ejercicio de observarnos como iguales seremos capaces de formar una comunidad académica sólida y capaz de plantear alternativas para los problemas sociales de cada uno de nuestros países y de América Latina en general.
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Queridos estudiantes: FLACSO ECUADOR  y este país les abre las puertas a una nueva faceta de sus vidas. Como saben los que vienen de otras latitudes, son muy pocas las opciones en América Latina para realizar estudios de posgrado con financiamiento y becas. Esa posibilidad, sumada a una infraestructura de primer nivel y que muchas universidades latinoamericanas e inclusive de Europa desearían tener, es lo que pone a su servicio FLACSO ECUADOR. Aprendan a valorar a la institución, aprendan a quererla y a sentirse parte de sus diferentes espacios. Les invito a ser constructivos en este proceso de afianzamiento de la investigación científica. Les invito a que debatamos en torno a propuestas razonadas para crecer juntos. Volquemos nuestros esfuerzos para colaborar con este proyecto que ahora les presentamos y en el que ustedes son un elemento esencial, imprescindible.
Para concluir, quiero dejarles con un pequeño pensamiento de una de las mentes más lúcidas e influyentes del Siglo XX, como fue Alberto Einstein.




“Jamás consideres tus estudios como un deber sino mas bien como la envidiable oportunidad para aprender a conocer la liberadora influencia de la belleza en el ámbito del espíritu, para tu propia dicha y para beneficio de la comunidad a la que tu futuro trabajo pertenece”
Universidad de Princeton, 1933



[1] Conferencia presentada durante la inauguración de los programas docentes de FLACSO Ecuador el día 30 de octubre de 2014